[ Dic.2018 ] La manifestación de los chalecos amarillos, que comenzó a mediados de noviembre en Francia, estaba programada para llevarse a cabo el sábado que estuvimos en París.
La mayoría de las estaciones del metro estaban cerradas, así también como las atracciones turísticas, como por ejemplo la torre Eiffel y el Museo Louvre.
Por la mañana fuimos con precaución al café que estaba al lado del hotel. Vimos una fila de autos policiales, camiones de bomberos y policía montada en la calle principal.
Nosotros, y algunas personas más, sacamos fotos.
La mayoría de los edificios estaban cerrados con tablones.
Era como la calma antes de la tormenta.
No habían muchos negocios y cafés abiertos pero encontramos uno y desayunamos una croissant y un cappuccino.
Creo que los franceses no saben preparar cappuccino.
No tenía suficiente leche y tenía solo algunas burbujas.
Luego de volver al hotel y prepararnos para quedarnos el resto del día allí, mi amigo, que vive a 40 minutos de París, me llamó y me dijo que se iba a encontrar con nosotros como lo habíamos planeado.
Estábamos preocupados por su seguridad pero llegó bien.
De acuerdo con el recepcionista Le Marais y Montmartre eran relativamente seguros, así que decidimos ir allí.
Por suerte la estación mas cercana al hotel,Quatre-Septembre, estaba abierta así que nos tomamos el subte ahí y nos bajamos en Chemin Vert.
Cuando salimos, vimos algunas personas con los chalecos amarillos.
Estaban caminando tranquilamente, posiblemente yendo hacia la bastilla, para unirse a la protesta. No nos sentimos en peligro en lo absoluto.
Le Marais es, como todos saben, un pueblo de moda con negocios y cafés vanguardistas.
De acuerdo con internet, este pueblo solía ser un pantano que fue despejado en el siglo 12.
Se convirtió en un lugar lujoso y residencial, donde los aristocráticos solían vivir en el siglo 16.
En 1960 se transformó en un pueblo de moda.
Lamentablemente muchos de los negocios estaban cerrados.
Notamos que uno de los negocios tenía un chaleco amarillo en la vidriera.
Me pregunto si era una señal de que estaban a favor de la manifestación.
Paseamos por las calles y miramos algunas vidrieras.
Había algunas cosas muy bonitas pero como no era temporada de rebajas, miramos los productos desde afuera.
Lo único que compré fue un diario en una linda librería.
Pude ver como los dueños del lugar eran amantes de los productos japoneses.
Mi amigo que lleva viviendo en Francia unos meses me dijo «Los franceses se vuelven amables cuando se enteran que soy de Japón«.
Así que los japoneses le damos una buena impresión a los franceses.
Mientras tanto la hora de nuestra reserva para el almuerzo se acercaba.
Volvimos al subte pero esta vez nos tuvimos que bajar y volver a subir dos veces, ya que no iban a ciertas estaciones.
Pensamos en caminar desde la estación Grands Boulevards hasta el restaurante. Comenzamos a subir las escaleras y comenzamos a sentir olor como a quemado muy extraño.
Subimos un poco mas y nuestros ojos comenzaron a picar.
Mi marido, que es asmático, dijo «¡Es gas pimienta!» y corrió escalera abajo hasta que llegó a otra plataforma. Nosotros lo seguimos.
Fue nuestra primer experiencia con gas pimienta.
Nuestros ojos dejaron de picar y a mi marido no le agarró un ataque de asma, así que tuvimos suerte.
Por suerte pudimos llegar hasta el restaurante tomando otra linea de subte y sin mayores inconvenientes.