[ Feb.2017 ] Después de disfrutar de hacer unas compras en Tavira, Portugal, fuimos a caminar por la ciudad.
Yendo hacia el río Gilao, llegamos a la Plaza de la República.
Aparentemente en el pasado comerciaban los esclavos allí.
El puente que comunica esta plaza con el otro lado del río es Ponte Romana.
Originalmente debió de ser construido por Romanos, pero aquel fue reconstruido en el siglo XVII.
También, más recientemente, en 1989 repararon los daños causados por las inundaciones.
Cuando cruzamos este puente, al final de este, encontramos un coche amarillo y naranja brillante.
De hecho, no era exactamente un coche, era un Tuk-Tuk (un vehículo de tres ruedas) hecho a partir de un ciclomotor para dar una vuelta a los turistas.
En ese mismo instante decidímos cogerlo.
El folleto informativo decía que el recorrido por el centro histórico era de 45 minutos y 12€ por persona, pero nosotros negociamos para hacer un tour por las afueras de la ciudad.
El conductor, Tiago, era un padre de 33 años de edad con un hijo de 6 años, que esperaba pronto el segundo bebé.
Él solía vivir en Lisboa, pero se cansó de la ajetreada vida de la ciudad y volvió a Tavira.
Su Tuk – Tuk era completamente nuevo y comenzó a usarlo solamente hace dos semanas.
Salimos de la ciudad a una vasta zona de sal.
Vimos algunas montañas blanquecinas de sal por allí y por allá.
Había muchas flores amarillas floreciendo y el contraste de colores con el cielo azul era muy bonito, se me olvidó que estábamos en medio del invierno, en Febrero.
De hecho la gente de nuestro hotel, principalmente británicos y alemanes llevaban ropa de verano.
Tiago paró el Tuk – Tuk en una ruina de una fortaleza del siglo XVI y miramos las vistas desde allí.
Según él, poco después de que construyeran esta fortaleza, la marea cambió y tuvieron que hacer otra fortaleza en un lugar diferente, así pues, esta sólo se usó por unos pocos años.
Después de eso, fuimos al centro de la zona salina con el Tuk-Tuk.
Tiago nos dijo que aquello era un parque natural y que a los coches ordinarios no se les permitía entrar allí, sólo vehículos con permiso tenían acceso.
Allí vimos un grupo de flamencos.
Los flamencos que solemos imaginar son rosas, pero aquellos eran blancos cuando estaban de pie.
Y cuando volaron, vimos la parte rosa en sus alas.
Según Tiago, el color de los flamencos está determinado por el color de las gambas que comen.
Vimos algunos edificios que solían ser las fábricas de atún enlatado.
En el siglo XIX recogieron hasta 40.000 atunes por año, pero en 1970, el número bajó a tan solo uno por año, así que la industria se extinguió.
Ahora algunos de esos edificios eran hoteles de lujo y otros cuantos discotecas.