[Julio, 2012] Esta vez, decidimos subir a la Catedral de Notre-Dame de París.
Por supuesto había una larga fila de personas para entrar.
Tuvimos que esperar unos 40-50 minutos.
Durante ese tiempo, aparecieron unos cuantos bailarines de la calle, y se ganaron algunas monedas.
Aquellos bailarines tenían talento, pero los que estaban en los Metros, en su mayoría inmigrantes, a veces eran demasiado malos como para pararse a escucharlos.
Por ejemplo, nos encontramos con una señora mayor bajita, que estaba cantando sus canciones nativas (probablemente) de manera muy aguda, empujando su vaso de papel, en el que la gente le echaba las monedas, contra mí.
Bueno, se puede decir que ella tenía algo diferente y que era algo original….