[ Dic. 2018 ] Fuimos a París para ver el ballet en los primeros días de diciembre.
El clima en las calles de París y toda Francia es bastante turbulento desde el último otoño, por las manifestaciones de los chalecos amarillos, que se llevan a cabo todos los sábados.
Nosotros ya sabíamos que el ballet que íbamos a ver en la Ópera Garnier, el sábado, había sido postergada el día anterior a que saliéramos para París.
Fuimos de todas formas porque teníamos entradas para otro ballet el domingo. También íbamos a visitar algunos amigos que viven en París y otro amigo que se mudó recientemente allí desde Londres, por el Brexit.
Esta vez, volamos hasta allá, envés de tomar el tren.
Algo que me sorprendió en el aeropuerto Charles de Gaulle fueron algunos carteles que estaban escritos en francés y chino, pero no en inglés.
Decidimos tomarnos un micro desde el aeropuerto porque recordé que había un servicio de micros directos desde Charles de Gaulle hasta le Ópera Garnier, zona en la cual se encontraba nuestro hotel.
Había una máquina expendedora de boletos pero estaba parcialmente fuera de uso y no pudimos utilizar nuestras tarjetas de crédito.
La máquina no aceptaba billetes de 50 euros así que tuvimos que comprar chocolate que no queríamos para conseguir cambio.
Sentí que París no debía ser un lugar sencillo para vivir.
La información en la parada de micro estaba escrita en francés, ingles y japonés, pero no en chino.
Puede ser porque los chinos mayormente viajan en grupos y tienen su propio transporte, pero nos japoneses están viajando mas individualmente, entonces los usuarios de los micros serían japoneses.
Como era de esperar la mayoría de las personas que subieron al micro eran japonesas.
Se suponía que tardaba una hora pero por el gran tráfico y la avería del colectivo, tardamos dos horas.
En el camino, pasamos por los suburbios, que son famosos por albergar a inmigrantes de bajos recursos.
Fue perturbador ver a muchos de los inmigrantes sentados en los muros bajos al lado de la calle principal.
Mas tarde mi amigo me contó que en el camino del aeropuerto, cuando el tráfico es intenso, algunos criminales rompen los vidrios de los autos y les sacan las pertenencias que tienen con ellos.
Parece que esta clase de incidentes van en aumento.
También dicen que el tren desde el aeropuerto tampoco es seguro.
Finalmente llegamos a la Ópera Garnier y de allí caminamos un par de cuadras bajo la lluvia.
Vimos gente trabajando duro para proteger los frentes de sus negocios, ya que al día siguiente se iba a llevar a cabo la manifestación de los chalecos amarillos.
El nombre del hotel esta vez era France D’Antin Opera.
Por suerte el recepcionista hablaba buen japonés.
Vivió en Japón por dos años y su esposa era japonesa.
Las habitaciones de este hotel son usualmente muy pequeñas, como las celdas de una prisión, y esta no era la excepción.
El baño era tan grade como los baños prefabricados en los hoteles de negocios japoneses, pero todo lo necesario se encontraba allí adentro y estaba bien diseñado para los usuarios.
Luego de un breve descanso, fuimos a un restaurante francés, del cual el recepcionista tenía una tarjeta. Nos dijo «Conozco buenos restaurantes japoneses pero no franceses…».
El nombre del lugar era Bistro Regent y tenía algunos menús con precios mas baratos. Los clientes del lugar eran de la clase de personas que buscan menús baratos.
La atmósfera y el servicio no fueron malos y la moza nos dejó probar diferentes vinos tintos antes de elegir una botella.
Compartimos un bife de entrecote que estaba muy bueno.
Sirvieron una porción grande de papas fritas y ensalada de veres en los bowls de metal.