[ Ene.2017 ] En nuestro segundo día en la Isla de Grande, una isla de Colombia, experimenté por primera vez en mi vida el snorkeling.
Aunque, no estaba preparada para ello.
Alquilamos un barco para ir alrededor de la isla y en el trayecto, el barquero paró el barco y nos dió el equipo de buceo sin apenas preguntar si queríamos bucear.
Así que no tuve la oportunidad de pensar si quería hacerlo o no, y me metí en el mar con máscara y aletas.
No soy buena en natación y suele darme pánico si no alcanzo el suelo con mis pies, pero como el barquero lanzó al mar un flotador gigante, podía seguir adelante sujetándome a el.
Al mismo tiempo, para mi marido, era fácil, porque él solía hacer buceo cuando era joven.
Con que el hecho de que él estuviera conmigo fue un alivio.
Me sorprendió ver el mundo submarino del mar tropical.
Era como la pecera que solía tener mi marido con peces y plantas de colores.
Pez azul, pez amarillo, pez de color degradado, etc.
Por supuesto yo ya sabía que esa pecera era una copia de la naturaleza, pero al verlos al natural por mi misma, hizo que me quedara muy impresionada.
El buceo en si no era muy cómodo, pero me las arregle para no sentir pánico ni nada.
Podría ser una diversión si me acostumbrarse a ello, y quisiera usar una cámara submarina.
Mientras estábamos dando una vuelta alrededor de la isla, vimos más hoteles y mas villas.
Y durante el recorrido, cuando el barquero repuso el combustible, había un barco con las provisiones para la isla, y pudimos imaginar la dura vida de los isleños.
Después del viaje en barco, tuvimos un rato de relax en la playa privada.
La razón por la que decidimos ir allí fue para relajarnos después de viajar por toda Colombia con una apretada agenda.
Compre unos collares hechos con conchas a uno de los vendedores llamado William que ya nos habíamos encontrado en un par de ocasiones.
Nos cayó bien, ya habíamos obserbado lo duro que trabajaba día a día, aunque no podía poner ningún número en la calculadora de nuestros móviles para que le pagáramos.
Al final le dimos nuestros zapatos de surf que habíamos utilizado durante nuestra estancia, y esto le hizo muy feliz.
En nuestro último día en la isla, y de hecho en Colombia, nos levantamos temprano para disfrutar del mar lo máximo posible, pero hacía el mismo viento que por las tardes (todas las tardes se levantaba un fuerte viento) y había alguna que otra nube.
Estábamos chasqueados, pero después de un rato, se convirtió en un pacífico día de sol, puede que todos los días tengan el mismo comenzar.
Y por la tarde dejamos la isla con reticencia, siendo despedidos por un cangrejo gigante.
Luego volamos de vuelta a casa desde Cartagena a través de Bogotá.
Fueron unas vacaciones de completa satisfacción.