[ Dic.2016 ] Pasamos unas cuantas horas de descanso en la ciudad de Barichara, Colombia, hasta las dos de la tarde que el taxi se suponía que venía y nos recogía.
Mientras estábamos caminando por la ciudad nos encontramos con Oswaldo, nuestro guía del día anterior, comiendo algo en una panadería.
Nos saludó cariñosamente, y nos despedimos de él.
Ahora recuerdo otra información que nos dió. Se trataba de Águilas.
Al parecer eligen a su pareja con la misma longitud de onda y pasarán juntos el resto de su vida.
Y cuando uno de ellos muere, el otro deja de comer y muere también.
¡Qué Romántico!
Otra cosa que aprendí de él, fue algo más básico. Pensaba vagamente que porque estábamos en Sudamérica estábamos en el Hemisferio Sur.
Pero en algún momento, por alguna razón, pense que igual estaba equivocada, así que le pedí que me lo aclarara.
El ecuador pasa por Ecuador, que está en el sur de Colombia, y también por parte de Colombia.
Y el ecuador no es exactamente una línea, sino una especie de zona, por lo que estábamos bajo la zona del ecuador.
Tan rudamente hablando, el sol se movió de este a oeste pasando por encima de nosotros lo que significa que las sombras se formaron o bien al oeste o al este, y no al sur o al norte.
La razón por la que esta zona no era demasiado cálida para estar en la zona ecuatorial, era porque se encontraba a una altitud de 1300 metros.
Realmente Barichara era una ciudad encantadora, relajante y cálida, pero sin que hiciera demasiado calor.
Otra cosa que recuerdo ahora, fue cuando entramos en una farmacia para comprar un paquete de tiritas, y nos dimos cuenta de que estaban vendiendo las tiritas sueltas, lo cual fue una sorpresa para nosotros.
Tantos países, tantas costumbres.
Volvimos al hotel a tiempo para coger el taxi, pero este no apareció a las 2pm.
Como teníamos que coger un avión hacia Medellín ese mismo día, empezamos a sentirnos inquietos.
Durante aquel día, el hotel donde nos habíamos alojado en Barichara, llamado Hicasua, situado justo fuera del centro, en una pendiente muy empinada.
Nuestra habitación era luminosa y espaciosa, con el techo alto, en el que había un ventilador.
También había piscina, aunque no tuvimos la oportunidad de usarla.
Ninguno de los empleados hablaba inglés, pero eran muy agradables y amables.
Cuando vieron que estábamos en problemas esperando el taxi, empezaron a llamar a unos cuantos lugares para averiguar qué había sucedido, lo cual nos tranquilizó bastante.
Finalmente llegó con 35 minutos de retraso.
El trayecto hasta el aeropuerto de Bucaramanga fue de más de 3 horas, atravesando las montañosas carreteras curvilíneas.
Al cruzar un paso, vimos una vista impresionante.