[ Jun.2019 ] Nos unimos a la visita guiada para ver las cataratas del Niagara, en Toronto.
Habíamos hecho la reserva con mucha anticipación.
Era un bus lleno de personas con una guía y el chofer llamado Tiernan, que había nacido en Dublin pero vivió en Canadá por 29 años.
Lamentablemente el micrófono el bus a la ida estaba roto así que casi no escuché nada de lo que dijo la guía pero algo que aprendí es que la región floreció con el vino en las décadas del 50 y 60. Hoy en día hay al rededor de 130 bodegas en la región del Niagara.
De hecho, durante nuestro viaje, vimos muchos viñedos, lo cual yo no esperaba.
Luego de llegar a las cataratas lo primero que hicimos fue ir al baño en un hotel.
De ahí ya se podían ver las cataratas a la distancia.
Las cataratas principales son solo dos.
El tamaño no era muy grande.
Como estuvimos en Iguazú hace un par de años, comparamos estas cataratas con aquellas.
Luego del descanso fuimos a tomar el bote.
Caminamos por Clinton Hill y encontramos que las cataratas de Niagara son parte del bien mantenido parque de la ciudad.
No estaba en el medio de la naturaleza como las cataratas del Iguazú, donde los coatíes estaban por todos lados.
Según Tiernan, Clinton Hill es «Las Vegas para niños».
Nos subimos al bote.
El bote del lado canadiense te da ponchos rojos, mientras que el del lado estadounidense de color azul.
Vi personas de amarillo pero no estaban en ningún bote.
No hace falta decir que las cataratas del Niagara están del lado canadiense y Estados Unidos y yo vimos la frontera en el puente.
La operación del bote era muy eficiente y las personas se movían como si estuvieran en una cinta transportadora.
Había hecho la tarea y creí que nos íbamos a mojar por el agua de las cataratas así que teníamos ropa extra, pero de hecho no la necesitamos.
La razón pudo haber sido porque nos tuvimos que quedar en el piso de abajo del barco porque el piso de arriba ya estaba lleno para cuando subimos.
El barco se acercó mucho a las cataratas.
Pudimos sentir el poder del agua y fue divertido.
El agua era clara en comparación con las cataratas del Iguazú, que tenían un color mas amarronado por los sedimentos que bajan desde Brasil y el color rojo de la tierra de Misiones, Argentina.
Según Tiernan el caudal del agua era excepcionalmente grande.
Por eso, los dos días anteriores no habían podido navegar.
El día que estuvimos nosotros el clima fue perfecto.
Dijo algunas veces «El clima es bueno y no hay tanta gente, tienen suerte».
Como nuestra experiencia había sido tan buena quería comprar un souvenir. Es por eso que cuando bajamos del bote buscamos una tienda de recuerdos pero lo único que vendían eran remeras con la bandera canadiense y otras con frases que no eran de nuestro agrado.
No solo en las cataratas sino también en el resto de los atractivos que visitamos, los souvenirs no eran muy buenos.