[ Ene.2019 ] Un día de enero, cando las rebajas de invierno están por terminar fuimos caminando hacia una de mis marcas favoritas de outlet en Milán, Italia, y me caí.
Mis dos rodillas se golpearon fuertemente con la caída y me dolían tanto que no me pude parar por un rato.
Luego de algunos minutos dejaron de dolerme y fuimos a la tienda.
Cada año encuentro algo que me encanta en esa tienda pero este año no lo encontré.
Así que caminamos hacia otro outlet y pasó lo mismo.
Comencé a sentir dolor en mis rodillas, tenía frío y estábamos empezando a sentir hambre.
Cuando me empecé a sentir miserable encontramos un negocio y un restaurante llamado Il Corbello, en el que venían jamón y salame de la Toscana.
Estaba tan tranquilo que al principio no nos dimos cuenta si estaba abierto o no, pero una vez que entramos un miembro del staff nos dió la bienvenida.
Le pedimos una tabla de jamones y salames y el mozo nos preguntó ¿Puedo elegir lo que me gusta a mi para ustedes?
Parecía que no había menú.
Los mozos probablemente eligen y piden lo que ellos piensan que te va a gustar.
Cada salame y jamón de la tabla tenía un sabor especial que era diferente a lo que estamos acostumbrados.
Por ejemplo el sabor del jamón crudo era mas fuerte, parecía el jamón serrano español.
El jamón cocido tenía algunas especias.
Había un tipo de salame con trufa.
Sirvieron dos clases de queso y uno tenía azafrán.
Además de eso nos sirvieron una brusqueta con trufa e hígado.
Estábamos planeando comer liviano pero como todo estuvo tan rico decidimos pedir postre.
El mio fue una porción de torta de nueces llamada Bacione da Firenze (un beso grande desde Florencia).
Estuve muy satisfecha con este restaurante.
Aparentemente su jamón y salame son exportados a la familia real de Reino Unido y el mozo nos mostró una noticia del diario.
Mientas estábamos comiendo entraron dos hombres jóvenes con remeras sin estilo y jeans rotos .
Cada uno tenía dos pedazos de pan, que habían comprado en una panadería que estaba cerca y le pidieron al mozo que le pusiera jamón adentro para hacer paninis.
Le decían muy seriamente que jamón debía ir en cada pan.
Decían algo como «No podemos comprar paninis en el supermercado pero vale la pena venia acá y pagar un poco mas por un buen panini».
Era una escena muy italiana.
Eran dos jóvenes ordinarios que no se veían ricos pero que eran particulares con la comida.
No creo que esto pase en Londres, donde vivimos.
De hecho cuando escuchamos voces que hablan en italiano en Londres, la mayor parte de las veces, hablan sobre comida.
Me parece que el apego a la comida es parte de la herencia de los italianos y lo llevan en el ADN.
Lo que comimos en el restaurante era muy rico así que puedo entender por que los italianos son tan serios con la comida.
Gracias a ellos mi humor cambió a positivo.
Comer rico y ponerse contenta por €44 fue un buen trato.