[Julio de 2020] Después de aproximadamente cinco horas y media de viaje en tren desde Londres, finalmente llegamos a Looe, ciudad costera de Cornualles en el suroeste de Inglaterra.
En cuanto nos bajamos del tren, sentí la fuerte vivacidad de una ciudad turística.
Nadie llevaba las mascarillas aquí.
Cruzamos el único puente sobre el río Looe hacia West Looe.
La Casa del Puente Viejo, situada cerca del puente fue nuestro alojamiento.
No era exactamente un hotel, el ambiente era más como un B&B.
Creo que se llaman a sí mismos una Guest House.
La casera, Liz, al vernos con máscaras, regresó a su habitación diciendo «Un momento, usaré mi máscara».
Explicó algunas reglas entre las cuales la de ordenar el desayuno de su elección una noche antes, escribiendo un formulario y dejandolo en la bandeja.
Nos dio un paquete de cosas, incluidas las llaves y los formularios.
Nuestra habitación estaba en el primer piso, con vistas al puerto del río Looe.
La habitación era pequeña pero de las que estaban era «la habitación con vistas».
Debido a la pandemia, la botella de líquido sanitario y la toallita estaban sobre una mesa.
Parecía que la casa de huéspedes estaba llena ese día.
Fue un viaje largo, así que descansamos un poco en la habitación, luego salimos a cenar al restaurante reservado llamado Smugglers Cott.
Para estas vacaciones, habíamos reservado todos los restaurantes a los que íbamos.
Habíamos intentado reservarlos como de costumbre, pero algunos restaurantes no habían reanudado sus actividades después de cerrar temporalmente, por lo que era difícil reservar una mesa con anticipación.
Así que habíamos pedido al alojamiento que nos enviara una lista de restaurantes que ya estaban abiertos y de esta forma logramos reservar las mesas.
Creo que valió la pena un esfuerzo, por la situación y por la cantidad de turistas que había en el pueblo.
Este restaurante, así como la mayoría de las tiendas, estaban en East Looe, el lado opuesto del río.
Después de vestirme y maquillarme para salir (por primera vez en cuatro meses), nos pusimos en camino, buscando cómo llegar al restaurante de Liz.
Cuando llegamos al restaurante, nos llevaron a un pequeño espacio solo para dos personas al final de la sala, lo que me recordó a otro restaurante en St. Ives que visitamos el año pasado.
La mesa estaba separada de otras mesas y, aunque no era exactamente una habitación privada, era agradable y relajánte.
Y no me sentí a riesgo.
Era el primer restaurante en que cenamos en cuatro meses y medio.
Todos los trabajadores llevaban máscaras faciales.
Lo que comí aquí fue el pastel de cangrejo como entrante (estaba bien, pero el sabor de las hierbas era demasiado fuerte como para poder apreciar mucho el cangrejo en sí) y una lubina a la parrilla, que estaba bien.
Como postre pedí un Strawberry Pavlova, que estuvo delicioso porque no lo había probado en tanto tiempo.
Mi marido tenía un marisco guisado llamado Shellfish Medley como entrante.
Este fue el mejor de los platos que tuvimos por la noche, ya que lo probé un poco.
También comió Pollock, una especie de bacalao y el helado con Bailey’s.
En cuanto a la bebida, teníamos una botella de Prosecco y, en conjunto, la factura era de 92 libras, lo cual era bastante aceptable.
Estábamos muy contentos de haber disfrutado tanto de la comida como de la experiencia en el restaurante después de tanto tiempo.
Después de la cena, con el estómago lleno, caminamos hacia la playa.
Estaba oscureciendo y el viento era bastante fuerte, pero el paisaje era encantador, así que tomamos muchas fotos.
Era la segunda quincena de julio, en pleno verano, pero tenía frío con un jersey fino y una chaqueta vaquera.