[ Dic.2016 ] Fuimos al norte de Bogotá y llegamos a la Villa de Leyva, que es uno de los pueblos coloniales más bellos de Colombia.
Durante el viaje el tiempo fue bueno, pero tan pronto como llegamos, la lluvia empezó a caer.
Fuimos a nuestro alojamiento.
Pasamos dos noche en la Posada San Antonio, la cual estaba dentro de una casa tradicional de 1860.
Por desgracia nuestra habitación estaba ubicada al lado del comedor, con lo que era ruidosa, también era pequeña, oscura y fría.
Aparte, cuando llegamos nos preguntaron que si queríamos su cena de navidad, nosotros dijimos “Sí” rápidamente, pero resultó ser una cena de buffet nada especial, nos costó alrededor de 320000 pesos (96 libras o 100 euros) lo que fue realmente decepcionante.
El personal de la posada era bastante brusco, lo cual era raro en Colombia donde la gente siempre era bastante amable.
De todos modos cuando llegamos teníamos mucho hambre, y a pesar de que estaba lloviendo mucho, salimos con nuestros paraguas y nos pusimos empapados.
Las calles empedradas eran muy resbaladizas así que era difícil no resbalarse y caerse.
Poco después de salir del hotel encontramos una enorme plaza.
Se trataba de la Plaza Mayor, la plaza más grande del país, que contaba con 120 metros de largo y 120 metros de ancho.
Más adelante, aprendimos que en la época colonial, sólo oficiales de alto rango del gobierno o del ejército venían con caballos desde Bogotá y usaban esta plaza para maniobrar.
En la esquina de la plaza había un complejo de restaurantes y tiendas, así que fuimos a uno de esos restaurantes.
Era un elegante restaurante para turistas, el cual gestionaba una mujer de habla inglés.
El nombre del restaurante era Savia, creo recordar.
El plato de pollo que comimos allí, llevaba una salsa dulce que era desconocida para nosotros, pero estaba muy rica.
De hecho en Colombia el pollo era muy bueno, así como la ternera.
Después de comer, nos encontramos con que la lluvia había parado, así que salimos a caminar por la ciudad un rato.
Allí, la gente llevaba ponchos.
Especialmente los hombres llevaban ponchos un solo color, que parecían tejidos a mano.
Ese día era Noche Buena, por cierto.
Nuestra guía turística decía que ellos esa noche comen arroz endulzado con Coca Cola.
Así que era un día especial para los colombianos, además para nuestra sorpresa vimos una boda en la Iglesia.