[ Marzo.2018 ] El domingo en Buenos Aires en Argentina, fuimos al mercado de antigüedades en el área de San Telmo, donde también estuvimos la última vez.
Cogimos un taxi desde el área de Recoleta y nos sentimos nostálgicos cuando pasamos por la gran avenida 9 de Julio donde nos hospedamos la última vez, desde el taxi pudimos ver el Obelisco y el Teatro Colón.
Fue un viaje bastante largo, pero la tarifa del taxi fue de solo 150 pesos (£ 5.30, € 6, $ 7.40).
Una vez que nos enteramos que los taxis eran tan baratos, los usamos bastantes veces.
Nuestro guía nos advirtió que lo mejor era elegir los taxis con el nombre de la compañía en la parte superior del techo.
Una vez por error, elegimos uno que no tenía la placa de identificación en la parte superior, y el conductor no conocía bien el camino y tuvimos algunos problemas.
Los taxis en Buenos Aires son muy notables que son amarillos y negros, más tarde nos comentaron que hay 40.000 taxis en la ciudad, por lo que es fácil encontrar uno.
El lugar donde bajamos del taxi estaba bastante cerca de la Plaza Dorrrego, en el centro del mercado de San Telmo.
Tuvimos la suerte de ver una pareja bailando Tango en la calle al lado de la plaza.
Eran bastante mayores y creo que eran famosos.
Bailan probablemente para los turistas, pero en cualquier caso, es maravilloso que puedan disfrutar bailando tengan la edad que tengan.
Dentro y alrededor de la Plaza Dorrego, había muchos puestos antiguos, pero cuando caminamos por la calle Defensa hacia la Plaza de Mayo, había más puestos de artesanía.
Compré algunas cosas y encontré un puestecillo que vendía anillos bastante elegantes, así que nos detuvimos allí.
Y, sorprendentemente, el vendedor era japonés.
Su nombre es Nobuhiro, era de Osaka, Japón, y nos contó que cuando vivía en Japón, solía conducir camiones.
Viajó por toda Sudamérica y encontró a Argentina como el mejor país, así que comenzó a vivir allí hace más de cinco años.
Nunca antes había hecho accesorios, pero comenzó a hacerlos «Solo para vivir».
Encontré su diseño muy elegante con los materiales metálicos tipo cobre.
Probablemente esa es su habilidad natural.
Era una persona de espíritu libre, y recuerdo perfectamente que nos dijo: «Cualquiera puede hacer cualquier cosa una vez que comienza a intentarlo».
Compré un par de anillos, uno de los cuales era un anillo con forma rectangular con pequeñas virutas de madera.
Y me gustó porque me dijo: «Fue un trabajo duro hacerlo y no lo haría de nuevo».
De repente otro cliente, un hombre local, vino al puesto en el que estábamos y comenzó a hablar japonés con fluidez.
Aparentemente trabaja para una compañía japonesa en Méjico y planea ir a Japón en junio para ver a su novia japonesa en la prefectura de Gunma.
Así que formamos una pequeña comunidad japonesa instantánea inesperadamente durante un rato.
Después de eso, seguimos caminando y por fin salimos a Plaza de Mayo, nos encontrábamos bastante cansados y hambrientos.
Así que fuimos a un café acogedor cerca de allí.
El nombre era ‘London City’.
Parecía una cafetería que llevaba allí muchos años y en la pared había colgado un plato, donde ponía una breve explicación sobre el lugar.
Ponía que se abrió el 28 de septiembre de 1954 en la planta baja de una tienda financiada británica llamada Gath & Chaves.
Muchos políticos, periodistas y artistas se reunieron allí y entre ellos se encontraba un escritor argentino de renombre internacional, Julio Cortázar.
Aparentemente se sentó allí y escribió una de sus obras maestras llamada «Los ganadores» y la cafetería aparece en este libro.
Nos pedimos un plato llamado «Milanesa«, que es un menú baste común en este país y es bastante similar a la Cotoletta Milanese.
Me gustó.