[ Febrero.2018 ] Marbella, dentro de la ciudad de Málaga, es una de las principales ciudades en la costa de la Costa del Sol en el sur de España.
Costa del Sol tiene una fuerte imagen de que es un complejo de clase baja donde jóvenes británicos o alemanes se vuelven locos, así que nunca tuve ganas de visitar este lugar, pero un viejo amigo de mi clase de pasatiempo, me comentó que había pasado unas buenas vacaciones en Marbella el otoño pasado.
Así que decidimos ir allí en invierno, en temporada baja, cuando habría menos gente.
Era febrero, la temporada más baja, pero el vuelo de Londres a Málaga, el aeropuerto más cercano, estaba lleno.
Esta región es muy popular entre los británicos.
Desde Málaga a Marbella cogimos un autobús expreso, que nos llevó allí en unos 40 minutos.
Marbella está en la costa, pero hay una cadena montañosa justo detrás, así que la ciudad estaba situada en pendiente suave y la estación de autobuses estaba en la parte más alta.
Desde allí cogimos un taxi a La Villa Marbella, el hotel que habíamos reservado, en el casco antiguo.
Este hotel no contaba de un gran edificio, sino de algunas casas antiguas en el casco antiguo y las habitaciones de las casas la habían convertido en habitaciones de hotel.
Yo diría que fue uno de esos lugares a los que la gente llama ‘hotel boutique’.
Nuestra habitación no estaba en la misma casa donde estaba la recepción y en nuestra casa había cuatro habitaciones.
El interior era agradable y elegante, y lo más interesante era que todos los muebles eran de Asia.
Isabella, que nos llevó allí, nos dijo que el dueño había vivido en Singapur durante mucho tiempo y que recogió todos estos objetos de arte para decorar el hotel.
Incluso los nombres de las habitaciones eran asiáticos, como ‘Koh Samui’.
La recepción no solo estaba en una casa diferente, sino que también en una calle diferente, así que no era muy conveniente cuando queríamos preguntar algo de manera imprevista, pero una vez que llegamos allí, la gente era muy agradable y amigable, y desde luego que siempre estaban dispuestos a ayudarnos en cualquier consulta.
Estuve muy contenta de que este lugar estuviera lejos de la imagen de turismo de masas de la Costa del Sol.
El casco antiguo de Marbella era muy pequeño y muy turístico, pero a la vez era muy bonito y pintoresco.
Durante aquellos días de febrero, hacía calor, una temperatura de unos 21 grados centígrados, así que nos quitamos las chaquetas y paseamos por la ciudad.
Los turistas británicos y alemanes usaban ropa de verano, vestidos de tirantes.
Había muchas calles angostas en el casco antiguo, que entrecruzaban de manera complicada, así que cuando intentábamos buscar algunos lugares particulares, era difícil llegar incluso con un mapa, pero era tan pequeño que cuando nos sentíamos perdidos, pronto nos topábamos con un lugar donde habíamos estado.
Los principales lugares para visitar fueron la animada Plaza de los Naranjos donde se encontraba la oficina de información turística en la misma esquina, la ciudadela del siglo X y la Iglesia de la Encarnación, que era una iglesia del siglo XVI.
Las estatuas de dentro de la iglesia parecían maniquíes de tiendas, lo que me recordó algunas iglesias en América del Sur.