[ Julio 2017 ] Otro día durante nuestras vacaciones de verano en el sur de Sicilia, Italia, el mismo guía que nos dirigió el primer día nos llevó a la playa de San Lorenzo y al pueblo de pescadores llamado Marzamemi.
Nuestro guía nos dijo de antemano que la playa de San Lorenzo es tan hermosa como cualquier playa del Caribe y realmente así fue.
Me hubiese creído que era el Caribe si alguien me lo hubiese dicho.
Tardamos solamente una hora desde Marina di Rragusa donde nos alojamos, así que el mar era el mismo, pero la arena allí era más fina y blanca, lo que hacía que el color del agua se viese increíble.
El agua en sí no era tan cálida como esperaba, pero aún así, era poco profunda y la playa era bastante larga, disfrutamos muchísimo nadando.
Pero el restaurante de la playa no fue de nuestra devoción.
Tuvimos que esperar y esperar, a que nos sirvieran la comida.
Su excusa fue que debido a que uno de los dos restaurantes que había en la playa estaba cerrado por obras de renovación, toda la clientela iba al mismo y no podían hacer frente a tanta clientela.
Dijeron que nos invitaran a un cafe como símbolo de agradecimiento por la espera, pero nunca llegaron.
Así que fuimos al bar y se lo explicamos al camarero, pero él comenzó a conversar con otra persona mientras nos preparaba los cafés, por lo que se convirtió en café lungo.
Estaba tan malo que mi esposo después de dar un sorbo, lo escupió.
Esta mala experiencia fue realmente una pena.
El lugar era precioso.
Marzamemi estaba a unos 2 km de la playa.
Vimos algunos barcos de pesca con pescadores trabajando, lo que quiere decir que es un pueblo de pescadores, pero la principal atracción turística del lugar, era plaza rodeada de casas antiguas.
Contaba con una panorámica muy bonita que daba lugar a un el ambiente encantador.
Pero nadie vive aquí.
Era como una película para turistas, con restaurantes y tiendas.
Fuera de esta pequeña área, había una ciudad común con casas más normales, donde la gente vivía.
Eso me recordó al taxista, Salvatore, el día anterior nos dijo que «Marzamemi se volvió demasiado turístico de una manera barata», criticando la ciudad.
Pero al menos cuando estuvimos allí, no estaba repleto de gente y pudimos disfrutar del pequeño pueblo.
Nuestro gran descubrimiento fue el marisco local.
Había una gran tienda como un almacén que era administrado por la compañía local de procesamiento de mariscos llamado Campisi, que se fundó en 1854 y que vendían Bottarga, Tuna Bresaola, y demás…Se me hace la boca agua solamente con escribirlo.
Esos alimentos pueden durar mucho, así que compramos muchas cosas.
Por cierto, este atún Bresaola tenía un sabor muy característico que me recordó a algún producto japonés.
En la tienda había una pancarta que decía algo así como «No tenemos conexiones con las mafias», lo que me dio una fuerte impresión.