[ Feb.2019 ] Había otro lugar que quería visitar durante nuestro día en Belém, a 6km al oeste de Lisboa, Portugal.
Era el negocio llamado Pastéis de Belém que se especializa en el pastel de nata.
Yo ya había venido pero no recordaba el lugar exacto donde se encontraba. Esperaba que se encontrara cerca del Monasterio Jerónimos, que fue nuestro primer destino en Belém.
Estaba muy cerca.
Cuando leí la historia de esta tarta en el menú comprendí el por que.
Decía que al principio del siglo 19, había una refinería de caña de azúcar pegada a un pequeño negocio al lado del monasterio.
Como resultado de la revolución liberal, que ocurrió entre 1820 y 1826, todos los monasterios se cerraron en 1834 y tanto el clérigo como los otros miembros de la iglesia fueron expulsados.
En un atento de sobrevivir, algunas personas del monasterio comenzaron a vender sus productos pasteleros en la tienda.
Se volvieron conocidos con el nombre de Pastéis de Belém.
En aquellos tiempos, se consideraba que Belém se encontraba lejos de Lisboa. La gente visitaba el lugar en botes para ver el monasterio y la Torre Belém.
Esa gente comenzó a consumir la tarta, que todavía se hacía en el monasterio, y comenzó a hacerse popular.
En 1837 comenzaron a hornearlas en el edificio que se encontraba al lado de la refinería.
Es por eso que el negocio dice que se «estableció en 1837».
De acuerdo con el menú, en esos tiempos, se horneaba en una habitación secreta y se utilizaba una receta antigua y secreta.
Siguen utilizando la misma receta hoy en día.
Cuando entramos al lugar encontramos una mesa en una habitación cerca de la entrada con unos azulejos antiguos.
Luego cuando fui a la parte de atrás del negocio, buscando el baño, encontré una habitación aún mas grande y moderna.
Creo que en la pared decía que habían 400 sillas.
Pude ver la cocina desde una ventana de vidrio, lo que significa que ya no es tan secreta.
El chofer de tuk tuk que habíamos visto el día anterior nos había dicho «Este negocio hace 30.000 pasteles de nata por día».
Lo mas importante de todo es el sabor, ¿no?
¡Estaba delicioso!
La natilla no era muy pesada y la masa del pie era suave.
Había comido otro delicioso pastel de nata en una estación de tren y este fue tan rico como ese.
Comerlos tibios es la clave, creo.